Si les cuento que en los 80 había un ordenador doméstico que tenía 5 KB de RAM, capacidad para mostrar en pantalla 9 colores y que funcionaba sin disco duro ni nada parecido (el almacenamiento de programas se hacía a través de cintas de cassette o cartuchos), algunos quizá no lo crean.
Pero sí, existía; Y tenía nombre y apellidos: Commodore Vic-20. Yo fui poseedor de uno de estos equipos, y lo que más me sorprende es que aun con tantas limitaciones, era capaz de hacer cosas. Cosas como mostrar gráficos, reproducir sonidos, juegos e incluso hacer funcionar hojas de cálculo… A un nivel muy sencillo, eso sí. Pero si tenemos en cuenta que un documento de texto de Word en blanco (por poner un ejemplo) ya ocupa 25 KB, aquello me parece toda una proeza. Porque olvidaba decir que de los 5 KB del Vic-20, quedaban libres en realidad para el usuario 3,5. El resto era para el sistema.
En aquel momento era incapaz de imaginar todo lo que iba a venir después. Todas las aplicaciones, cada vez más complejas, que iban a definir una nueva forma de trabajar, divertirse y más importante aún, de comunicarse. Quizá por eso, a veces no puedo evitar mirar atrás y acordarme con cierta nostalgia de aquel ordenador, que para mi fue la puerta de entrada a otro mundo, y de las cosas que era capaz de hacer con la mínima expresión tecnológica, si la comparamos con los equipos actuales. Se diría que hasta tenía un punto “ingenuo” ese momento… Pero también hacía disfrutar.
Todo esto me lleva a pensar qué veremos en los próximos 20 años. Seguro que todos los equipos que usamos adquirirán un punto tan modesto como ahora tienen los de los 80… Y podremos acceder a utilidades y aplicaciones inimaginables ahora mismo (más aún con el campo de la robótica en plena ebullición), pero que sin duda, serán sorprendentes y apasionantes.
En mi caso al menos, espero con impaciencia todas esas novedades.
José M. Ichaso
Colaborador de Rivendel Grupos y Organizaciones